La radiología intervencionista en lesiones oncológicas

Mientras la quimioembolización intraarterial crecía alrededor del mundo, un abordaje completamente diferente para el tratamiento de tumores pequeños empezó a evolucionar en los años 90. Bajo guía ultrasonográfica o por tomografía, pequeñas agujas eran colocadas en tumores hepáticos, a través de éstas se inyectaban esclerosantes químicos como etanol o ácido acético al 50%.

Esta técnica probó ser efectiva y poco costosa para el tratamiento de hepatocarcinoma en hígados cirróticos. Al presentar un riesgo similar a una biopsia, este procedimiento podía ser realizado como paciente externo a una fracción del costo de la embolización. Por la necesidad de contacto del agente esclerosante con la lesión, esta técnica requería de múltiples inyecciones para lograr una respuesta completa.

La inyección percutánea no funcionaba bien en metástasis, donde la resistencia a la difusión del líquido en el tumor sólido era mayor que en hígado adyacente, caso concreto de hígados sanos. La inyección percutánea de etanol ha demostrado ser una técnica efectiva en este tipo de tumores menores de 2 cm de diámetro. Esta técnica se ha utilizado en tumores de hasta 5 cm con menor éxito.

Entre los años 1990 y 2000, la tecnología ablativa avanzó con la introducción de la ablación con radiofrecuencia, para después utilizar ablaciones por calor con micro-ondas o con frio llamado crioablación. Las primeras agujas, modificadas de un electrocauterio administran corriente eléctrica alterna al tejido, generando temperaturas de 60-110°C causando muerte térmica inmediata. Demostró ser más eficiente que la inyección percutánea de agentes esclerosantes. Una sola sesión de ablación suplantó la necesidad de múltiples inyecciones. Además, podía ser utilizada tanto en tumores primarios como en tumores metastásicos sin importar el tipo de irrigación sanguínea, variable determinante para la realización de embolizaciones arteriales.

A pesar de ser mucho más costosa  por a necesidad de agujas especializadas y la necesidad de un generador, sustituyó a la inyección percutánea para ablación química en los sistemas de salud occidentales. El tamaño del tumor probó ser la variable limitante del éxito terapéutico. La ablación completa de tumores de 3 cm de diámetro se logra en el 80% de los casos, pero el éxito es mucho menor en tumores con diámetro mayor a los 3 cm.

Los resultados a 5 y 10 años muestran resultados comparables entre los diferentes tipos de ablación, sobretodo por congelación y/o por micro-ondas y la cirugía. Esto con menos morbilidad, costo e impactos negativos en la calidad de vida.

Puede ser combinada con quimio-embolización para tumores de tamaño mediano de hasta 5 cm o incluso mayores con resultados excelentes de control local.

Las técnicas originalmente utilizadas para el hígado, pronto fueron aplicadas en otros órganos. Los diferentes tipos de ablaciones demostraron resultados alentadores en masas renales pequeñas, obviando la necesidad de cirugía en tumores iniciales. Esto es particularmente valioso en pacientes ancianos y debilitados con riesgo quirúrgico elevado, población en que estos tumores son más prevalentes. Datos de 5 y 10 años disponibles, demuestran que la ablación provee desenlaces a largo plazo iguales a la resección para cáncer renal inicial y actualmente, la ablación se encuentra dentro de las guías de tratamiento dentro de la USA Kidney Cancer Version.

El cáncer de células renales de mayor tamaño puede ser embolizado particulas o microesferas, como una terapia neoadyuvante para ayudar en el procedimiento quirúrgico o de forma paliativa con tumores primarios irresecables.

La ablación percutánea ha probado ser de gran utilidad para tumores pulmonares pequeños, tanto primarios como metastásicos. Al igual que en el carcinoma de células renales, los pacientes con cáncer de pulmón inicial y de dimensiones pequeñas con riesgo quirúrgico elevado se pueden beneficiar de estas técnicas. La ablación en pacientes con cáncer de pulmón puede ser realizada como paciente externo, sin embargo hasta 50% presentan neumotórax, y 25% requieren la utilización de tubo pleural.

La otra aplicación de la ablación es la paliación del dolor en metástasis óseas. La radioterapia es la primera línea de tratamiento para metástasis óseas sintomáticas, sin embargo falla en resolver completamente los síntomas, llega a tomar semanas para alcanzar sus efectos máximos y un buen número de pacientes presentan nuevos síntomas en pocos meses. Cuando una sola metástasis puede ser identificada como causante del dolor, la ablación percutánea provee alivio rápido y durable del dolor, muchas veces por el resto de la vida del pacientecomo esta reportado en la revista Cancer, desde el año 2010.

En la próxima comunicación, seguiré comentando la utilidad de los procedimientos de la Radiologia Intervencionista en este campo de la medicina, en los  pacientes con algún tipo de tumor en su cuerpo.

La radiología intervencionista en lesiones oncológicas

Actualmente la radiología intervencionista tiene un papel proponderante en los casos de pacientes con lesiones tumorales, benignas o malignas, por su estirpe celular. Obviamente es de mayor interés e importancia en los casos de cualquier tipo de tumor de origen maligno (cancerosos), debido a que provee de procedimientos de alta especialidad fundamentales para el diagnóstico y tratamiento para los pacientes con cáncer. La expansión de esta disciplina se ha llevado a cabo durante los últimos 50 años. 

Los procedimientos de radiología intervencionista mínimamente invasivos en cáncer se remontan a su nacimiento en los años 60. En dicha década se realizaron las primeras embolizaciones arteriales de tumores renales y hepáticos cuyo objetivo era paliar síntomas asociados a hormonas, detener hemorragias, disminuir el dolor así como reducir tiempos de cirugía, perdida sanguínea y la manipulación confiable del tumor, sin temor a provocar metástasis.

También en los años 60 se realizaron los primeros estudios de infusión de quimioterapia intraarterial como opción de tratamiento para enfermedades metastásicas en el hígado.

La utilización de medicamentos con altos niveles de concentración y con volumen reducido por inyección directa en los tumores de localización hepática fue el primer paso, ya que generaban concentraciones de 15 a 20 veces mayores que la administración endovenosa, disminuyendo a la vez la exposición sistémica, tal y como le menciona el Dr. Michel Christopher Soulen, del Abramson Cancer Center de la Universidad de Pensilvania.

Las tasas de respuestas era hasta del 60%, mucho mayores que las alcanzadas por la quimioterapia sistémica de aquellos años. Durante el tercer cuarto de siglo, la quimioterapia intraarterial a través de catéteres implantados de forma quirúrgica o percutánea se volvió el estándar de tratamiento para las metástasis hepáticas, sin embargo los resultados de múltiples estudios aleatorizados nunca demostraron beneficios en la sobrevida. Otros de los factores que limitaron la obtención de buenos resultados era la toxicidad no blanco, ya que la infusión de la quimioterapia intraarterial no era exclusiva a la arteria hepática y se presentaban efectos adversos en la vía biliar y en intestino.

Fue en Japón, al inicio de los años 80, en que la infusión de quimioterapia intraarterial y la embolización se combinaron en una nueva técnica llamada quimioembolización (Nihon Igaku Hoshasen Gakkai Zasshi 1985). Esta técnica fue empleada para el tratamiento del cáncer primario de hígado no resecable. En esta técnica, agentes quimioterapéuticos  se disolvían en pequeñas cantidades de medio de contraste convencional y se emulsificaban con lipiodol, un medio de contraste oleoso que es absorbido y retenido de forma selectiva por el carcinoma hepatocelular, que es el nombre médico del tumor maligno primario del hígado. Una vez que el tumor ha sido saturado con lipiodol, la embolización se completaba con gelatina de esponja para prevenir el lavado de la emulsificación de quimioterapia y lipiodol, además de maximizar la isquemia tumoral. Esta técnica ofrecía varias ventajas. La embolización causaba muerte celular por falta de sangre y por ende de oxigeno, mientras incrementaba la retención del medicamento en el hígado de 20 a 200 veces, disminuyendo la exposición sistémica. La quimioembolización pronto se diseminó en todo el mundo, como una forma de tratamiento para el cáncer primario y las metástasis hepáticas.

Al igual que con la infusión intraarterial de quimioterapia, tomó casi 2 décadas antes de la aparición de estudios aleatorizados, pero esta vez estudios del Orientre y de Europa fueron positivos y establecieron la quimioembolización dentro de las guías de tratamiento en todo el mundo.

Además de ser una opción en el tratamiento del hepetoicarcinoma, la quimioembolización es frecuentemente utilizada en pacientes con colangiocarcinoma intrahepático, metástasis de tumores neuroendocrinos y metástasis hepáticas de cáncer de colon. Existen reportes en pacientes con melanoma metastásico, cáncer de mama, sarcomas y otros tumores que presentan enfermedad hepática dominante.

En mi próximo post seguiré comentando sobre los inicios de la radiologia intervencionista en este campo de la medicina actual y cómo han sido los cambios cada vez mas importantes en el tratamiento integral de los pacientes con algún tipo de tumor en su cuerpo.

La radiología intervencionista en lesiones traumáticas

En esta comunicación, continuaré con el abordaje en el diagnostico de lesiones vasculares graves originadas por trauma severo en extremidades superiores e inferiores, así como en cuello y quienes son candidatos a procedimientos de radiología intervencionista para su reparación.

La arteria periférica más frecuentemente comprometida en trauma es la arteria femoral superficial, que se encuentra en la cara interna de ambos muslos. Cuando además, existe una lesión ósea que requiere tratamiento quirurgico y fijaciones con material de osteosíntesis agregado a una lesión vascular, esta sera fácilmente tratable por vía endovascular, con lo cual se realiza una eficiente transición desde la terapia vascular a terapia traumatológica. En estos casos se colocan endoprotesis, recubiertas por material utilizado en los injertos quirugicos, resolviendo así la fuga de sangre, sin tener que intervenir de manera abierta y solucionar el problema del femur.

El compromiso de la arteria ilíaca, en la pelvis, ha reportado una mortalidad hasta del 40% de los casos, por lo que la terapia endovascular es de primer elección, basado en el difícil acceso quirúrgico que representa solucionar este tipo de lersioner. Con esto se evita exposición quirúrgica de hematomas retroperitoneales que pueden ser propensos a hemorragia incontrolable y a lesiones iatrogénicas de uréter y venas ilíacas. Este es una de las lesiones que con la radiología intervencionista, se pueden solucionar rapidamente, reduciendo significativamente las complicaciones y los fallecimientos.

La arteria poplítea, que es la que se localiza en la región posterior de la rodilla, en un hueco anatomico con el mismo nombre, es igualmente de difícil acceso ya que requiere de una extensa disección, por la cara interna y posterior de la extremidad  con un riesgo presente de lesión de venas, nervios, asi como la desinserción de músculo y tendones. El desarrollo de nuevos dispositivos endovasculares como stent cubiertos ya mencionados, con bajo riesgo de fractura y trombosis ha abierto la oportunidad del tratamiento endovascular en este territorio.

Las lesiones arteriales en la pierna, por debajo de la rodilla, con falta de irrigación arterial distal se reparan generalmente por vía quirúrgica, mediante la realización de bypass a una de las arterias tibiales. En caso de hemorragia es preferible el acceso directo quirúrgico pudiendo ligarse la arteria, siempre que el paciente tenga permeable hasta el pie una de las arterias tibiales. En este territorio vascular, la utilidad real de los procedimientos de radiolgía intervencionista en trauma severo, se encuentra limitada, a diferencia de otras enfermedades n o traumaticas.

La intervención quirúrgica de los vasos axilares y subclavios es desafiante y temida por las potenciales lesiones iatrogénicas de estructuras neurovasculares, perdidas sanguíneas y tiempo operatorio prolongado. El acceso a estas lesiones por radiología intervencionisdta, por vía endovascular puede disminuir la morbilidad asociada a la exposición quirúrgica. El acceso se puede realizar ya sea a través del acceso femoral, como también a través de un acceso retrogrado por vía humeral. El manejo endovascular  por radiología intervencionista ha mostrado una reducción significante en tiempo quirúrgico y perdida sanguínea al compararlos con lesiones similares tratadas en forma clásica.

También existe la posibilidad de manejo hibrido de las lesiones de las arterias axilar y/o subclavias, en la cuales las los procedimeintos percutaneos endovasculares sirve como apoyo, ocluyendo con balón el vaso lesionado como control proximal mientras se realiza la exposición quirúrgica y la reparación de la lesión.

Las lesiones en las arterias del brazo y porción proximal del antebrazo, se pueden llegar a tratar tambien con el empleo de endoprotesis cubiertas, pero se debe de individualizar cada caso, ya que son arterias de calibre reducido, existiendo la posibilidad de condicionar complicaciones no deseadas como son las trombosis o la oclusión total de la región manejada. De tal manera, que siempre se debe de valorar en forma conjunta con el cirujano de trauma y vascular para elegir el mejor procedimiento para la reparación de la o las lesiones vasculares existentes, sin llegar a causar lesiones que no existian.

Lesiones de la arteria carótida y/o vertebral tienen alto riesgo de morbimortalidad neurológica. El trauma cerrado de estas arterias presenta un 20% a 40% de mortalidad y 40% a 80% de accidente vascular si no se trata con anticoagulación. Las lesiones penetrantes tienen una mortalidad del 31% y riesgo de accidente vascular del 23%. Dado estas dramáticas estadísticas se requiere de una estrategia de manejo más agresivo si se compara con lesiones de otros territorios. La mayoría de los traumas cerrados se maneja con anticoagulación siempre que no haya contraindicación para aquello.

Respecto de las heridas penetrantes de cuello, se divide en 3 zonas horizontales. La zona 1 se extiende desde el borde superior del esternón hasta la laringe. En esta zona nos encontramos con estructuras vasculares importantes como los vasos subclavios y braquiocefálicos. El acceso quirúrgico y control de ellos es muy difícil, por esta razón, estas lesiones idealmente debieran ser evaluadas con tomografía computada para planificar su tratamiento, el cual debiera ser siempre por radiologia intervcencionista endovascular. La zona 2 se extiende desde la laringe hasta el ángulo de la mandíbula. Los vasos de esta zona son relativamente fáciles de acceder, por lo que la cirugía convencional es de regla. La zona 3 se extiende desde el ángulo de la mandíbula hasta la base del cráneo y es una zona de muy difícil exposición vascular por lo que igualmente se debe considerar el tratamiento endovascular, por radiología intervencionista.

El tratamiento endovascular de los vasos del cuello tiene unas consideraciones específicas a tomar en cuenta. La anticoagulación durante el procedimiento es esencial y se debe estar seguro que el paciente no tiene contraindicación de anticoagulación antes de comenzar el procedimiento. El uso de dispositivos de protección cerebral se debe considerar en situaciones donde existen trombos, por lo que es importante que el radiologo intervencionista tenga experiencia en manejo de vasos carotideos y vertebrales, asi como el manejo de sistemas de protección cerebral.

Continuaré con la descripción de los diferentes procedimientos para la resolución de lesiones de grandes vasos en tórax y abdomen en trauma severo por radiología intervencionista.

La radiología intervencionista en lesiones traumáticas

En esta comunicación, continuaré con el abordaje en el diagnostico de lesiones vasculares graves originadas por trauma severo y quienes son candidatos a procedimientos de radiología intervencionista para su reparación.

El diagnóstico de lesiones vasculares graves en la extremidades se realiza en forma casi exclusiva mediante el examen físico. La presencia de signos “duros” se relaciona con una alta sospecha de lesión vascular, de ellos el sangrado pulsátil y hematoma que va creciendo son indicación de exploración inmediata por el cirujanoi ante el riesgo de muerte secundario a anemia aguda y choque por perdida de sangre. Otros signos considerados como “ duros” son la ausencia de pulso en la regiones distales de las extremidades, palidez y disminuición de la temperatura en la porciomnes distales, alteraciones en la exploración del corazó como es el frémito (que es la vibración palpablede la cara anterior de tórax que provirene del corazón, condicionado por un flujo turbulento) o la presencia de soplos en el área cardiáca al usar el estetoscópio. A diferencia de los primeros signos “duros” mencionados, ante la presencia de estos últimos signos tenemos tiempo para realizar exámenes como ecodoppler o Angio TAC, previo a la reparación, especialmente en casos de lesión en zonas de difícil acceso para así planificar de mejor manera su tratamiento.

Los signos “blandos” orientan hacia una probable lesión vascular, pero no son indicación de intervención quirurgica inmediata. Sin embargo el paciente debe quedar en observación expectante mientras se realizan exámenes complementarios para descartar la presencia de lesiones vasculares. Los signos “blandos” principales son: déficit neurológico periférico (disminución de sensibilidad, de la movilidad o de la fuerza dd la extremidad), antecedentes de sangrado importante en el sitio donde fue el accidente, pulso palpable, pero disminuido en su intensidad y lesión próximal a trayecto arterial. Cualquiera de las anteriores es indicación de hospitalización y observación por 24 a 48 horas.

En el caso de lesiones vasculares en tórax y abdomen, el diagnóstico de certeza es más difícil de realizar por el examen físico. Si el paciente se encuentra hemodinámicamente inestable y se sospecha la presencia de hemotórax (presencia de sangre en la cavidad toracica, alojada en la cavidad pleural) o hemoperitoneo (presencia de sangre en la cavidad peritoneal), la conducta será la exploración inmediata y evaluación del daño vascular en forma intraoperatoria.

Hoy en día muchas áreas de urgencia, con unidad de trauma integrada, cuentan con tomografía axial, con lo cual, si el paciente se encuentra estable o ha sido estabilizado hemodinamicamente, en pocos minutos podemos realizar un estudio de imágenes que nos da información evidente en relación a una eventual lesión vascular del paciente.

La terapia endovascular que es relizada por el radiologo intervencionista, ha evolucionado desde una modalidad puramente diagnóstica a una terapéutica en varios áreas del sistema vascular. Dentro de este, el manejo del trauma vascular severo, no ha estado ajeno a esta “revolución endovascular” y es así como esta última década la creciente experiencia de radiologos intervencionistas, trabajando en conjunto con cirujanos vasculares, así como la adaptación de áreas de hospitales que permiten tener equipos de angiografía de calidad, ha permitido el desarrollo de la terapia endovascular de pacientes con trauma vascular. Hoy en día muchos centros cuentan con pabellones “híbridos” en los cuales se realiza en forma conjunta terapia endovascular y cirugía convencional,  con el apoyo de medicos anestesiologos, intensivistas, banco de sangre, apoyo ventilatorio, tecnicos radiólogos, enfermeras especialistas y capacitadas en estas áreas de trabajo, que funcionan las 24 horas, de los 7 días a la semana.

Los procedimientos endovasculares disminuyen el tiempo operatorio, reducen significativamente las perdidas sanguíneas y evitan lesiones iatrogénicas de órganos vecinos.

El candidato ideal para terapia endovascular es un paciente con lesión vascular de baja velocidad (arma blanca o arma de fuego de bajo calibre), localizado en región anatómica donde la exposición quirúrgica puede prolongar el tiempo de isquemia o hemorragia, o una región donde aumenta el riesgo de lesión iatrogénica.

Ante la presencia de lesiones asociadas intraabdominales o intratoracicas (intestinal, vejiga, pulmones, etc), en general esta indicada una cirugía abierta a pesar de su mayor morbilidad. Estos pacientes también se podrían beneficiar con terapia endovascular mediante un control vascular transitorio con el uso de balón que controla el flujo de sangre, mientras se accede a la regiones comprometidas.

El manejo endovascular de hemorragias, pseudoaneurismas y fístulas arteriovenosas generalmente comprende el uso de stents cubiertos para mantener la permeabilidad del vaso comprometido. La oclusión deliberada de un vaso sangrante mediante el uso de coils es muy frecuente.

Continuaré con la descripción de los diferentes procedimientos para la resolución de lesiones de grandes vasos en trauma severo por radiología intervencionista, a partir de la siguiente comunicación.

La radiología intervencionista en lesiones traumáticas

En este post seguiré tocando el tema de las últimas semanas, la radiología intervencionista en lesiones traumáticas, pero enfocada en la pelvis. La clave en el manejo de este tipo de trauma se basa en la identificación y en el control de la hemorragia grave que se puede presentar lo antes posible, pues la inestabilidad hemodinámica es el factor pronóstico principal.

La pelvis es una región del cuerpo formada por un anillo óseo muy solido, debido a las propias características de los huesos, protege estructuras que se encuentran en su interior y es el soporte del tronco.

Cuando se llega a fracturar generalmente es a causa de un traumatismo muy severo, de ahí que no sea raro encontrar lesiones múltiples asociadas a estos casos a nivel vascular, en los órganos contenidos en la cavidad pélvica y también fuera de la misma, como son intra abdominales y en cavidad toráxica.

La relación de los huesos de la pelvis con diversas estructuras vasculares y además por ser un tejido donde se forman elementos celulares de la sangre, hacen que el trauma pélvico severo se llegue a asociar con grandes hematomas que se colectan en la pelvis o que se distribuyen en la porción más posterior del abdomen, conocida como retroperitoneo. Estos hematomas pueden ser de inicio “silenciosos” y bruscamente ponen muy grave al paciente debido a que entran en un estado de choque por perdida interna de sangre.

La mayor cantidad de casos que se asocian a lesión vascular tienen un origen venoso, casi un 90%, y el resto es arterial, sin olvidar el sangrado lento y en capa por las propias fracturas. Esta situación clínica es de importancia pues se sabe que con las fijaciones externas que hacen los ortopedistas, pueden controlarse estos sangrados venosos. 

Si a pesar de dicho procedimiento el paciente continúa inestable y se ha  descartado la posible existencia de lesión de órganos sólidos intra abdominales o pélvicos, se ha demostrado hematoma y se eliminó la presencia de sangre libre en la cavidad por ultrasonido conocido como FAST, realizado por un radiólogo, se debe de efectuar un estudio conocido como AngioTC Abdomino-Pélvica, que permite identificar el sitio exacto del sangrado para así detectar otras lesiones que hayan pasado inadvertidas.

Hecho lo anterior, con o sin estabilidad hemodinámica, se traslada a la sala de radiología intervencionista para llevar a cabo la embolización del o de los vasos lesionados. Esta es todo un reto para el radiólogo intervencionista, ya que pueden existir muchos niveles o sitios de sangrado, a menudo bilaterales, ya en pacientes con accesos a través de arterias femorales complejos, por la presencia de un hematoma, o por la presencia de fijadores externos de las fracturas o por la visión en un solo plano de todas la arterias, con la necesidad de realizar adquisiciones de imágenes en vistas frontales, oblicuas y en casos laterales. Debe de realizarse rápidamente, pero con exactitud.

El acceso a través de la arteria femoral es el de elección y el empleado con mayor frecuencia. En ocasiones es necesaria la visualización de la arteria con el empleo de ultrasonido, pues ante la presencia de gran hematoma, puede ser difícil detectar por palpación el pulso de la arteria. Si a pesar de esto, se puede emplear el acceso a través de brazo o axila.

La técnica de embolización va a variar de acuerdo con los hallazgos de la arteriografía. Cuando la hemorragia es localizada, se puede intentar la embolización súper-selectiva distal con el empleo de micro-coils. Cuando la hemorragia se encuentra en varias arterias, puede ser indicada la embolización selectiva proximal del tronco arterial que irriga toda esa zona, con sustancias como gelfoam o con partículas de alcohol poli vinílico (PVA), por facilidad y manejo rápido. Posteriormente, se puede llegar a colocar un coil en el origen de la arteria lesionada o en alguna de sus ramas.

El éxito de las embolizaciones arteriales por trauma pélvico severo con grandes fracturas fluctúa entre el 80 y 100%. A pesar de esto, la mortalidad en estos casos, es alta sobretodo en pacientes con mal estado hemodinámico, alteraciones en la coagulación y por la existencia de lesiones traumáticas en otros sitios del cuerpo como cabeza y tórax.

Después de la embolización, menos del 5% desarrollan complicaciones como pueden ser hematomas en el sitio de punción, necrosis de piel, alteraciones sensitivas o insuficiencia arterial en regiones glúteas. Estas complicaciones son más frecuentes en casos de embolizaciones no súper-selectivas de ambas arterias iliacas internas, pero que se tuvieron que realizar, ya que de otra manera, la integridad y la vida del paciente estaban en riesgo.

En la futura comunicación, les comentare el tratamiento de grandes vasos en trauma severo por radiología intervencionista.

La radiología intervencionista en lesiones traumáticas

En este post seguiré escribiendo acerca de los procedimientos de la radiología intervencionista en lesiones traumáticas severas con ejemplos específicos a nivel de riñones y señalando las indicaciones precisas para llevarlos a cabo un sin dejar de mencionar los  materiales con los que se trabaja.

El traumatismo renal severo representa aproximadamente el 5% de todos los casos de su tipo y el 10% en abdomen. No hay predilección por algún lado y es mas frecuente en hombres que en mujeres en una relación de 3:1.

Pueden ser por mecanismos cerrados como son los accidentes en vía pública, en deportes de contacto, caídas, accidentes profesionales, golpes directos en región lumbar o abdominal por desaceleración brusca. Así mismo puede ser ocasionado por lesiones penetrantes por arma blanca o por proyectil de arma de fuego. No podemos olvidar las lesiones que se llaman iatrogénicas que son condicionadas por algún procedimiento médico, es decir, de manera no intencional.

Según la lesión puede considerarse como contusión leve, lesión del tejido conocido como cápsula que recubre los riñones hasta ruptura del tejido renal, propiamente dicho, con grandes separaciones, áreas de isquemia por falta de irrigación sanguínea, hasta francos infartos. Todos con fuga sanguínea, de menor a mayor grado. Cada paciente debe de ser evaluado con los datos clínicos de laboratorio y con estudios de imagen para normar el criterio terapéutico.

Buena parte del total de las lesiones traumáticas renales son contusiones o pequeños hematomas, que se manejan de manera conservadora. En estos casos, casi el 95% de los pacientes presentan estabilidad en sus signos vitales y evolucionan a la curación, sin necesidad de ningún tipo de intervención por radiología intervencionista ni cirugía.

El tratamiento con radiología intervencionista por embolización está indicado en casos donde por tomografía computada encontramos fuga de contraste hacia el espacio que rodea al riñón, presencia de fistulas arterio-venosas o formaciones de dilataciones arteriales conocidas como pseudo fistulas.

El objetivo primario del tratamiento con embolización es el controlar el sangrado para que no ponga en riesgo la vida del paciente y, el objetivo secundario, es la preservación del riñón ya que, en ocasiones a pesar de detener la hemorragia, el órgano tardíamente perderá su función, se infectará y puede, al final de todo, ser extirpado quirúrgicamente. Cabe mencionar que siempre se va con el objetivo de preservar el órgano.

Como dato anatómico importante este órgano cuenta, en la mayoría de las ocasiones, con circulación por arteria única y, en la minoría, puede llegar a tener variantes conocidas como polares, pudiendo ser en total 3 o 4 arterias. En todos los casos se considera que es una irrigación de tipo terminal ya que toda arteria finaliza en este órgano por lo que al momento de realizar la embolización hay que ser muy preciso y realizarla de manera superselectiva.  Para lograrlo se utilizan micro-catéteres que llegan a tener diámetro máximo de 0.6 mm para así ocluir solo la arteria que se encuentra lesionada y evitar un daño en el tejido renal sano.

Se pueden utilizar tanto micro-partículas plásticas, de 500 a 700 micras de diámetro, así como coils, unas espirales metálicas, que pueden medir en su diámetro máximo para estos casos 2 mm con diferentes longitudes.

Seguiré en futuras comunicaciones, comentando el tratamiento de lesiones pélvicas y de grandes vasos.